viernes, 9 de noviembre de 2012

TEORIA DEL MAMIFERO BISEXUADO
“Los senos son los salvavidas de la muerte. Sólo agarrándonos a un seno nos podremos salvar”
 Ramón Gómez de la Serna 


 Una de estas tardes de principio de otoño observaba a mi fiel terrier sesteando en el sofá bajo el tibio sol meridional. Tiene la costumbre de tumbarse panza arriba cuando llega a la fase que más reconforta su descanso. En ese momento, reparé en un punto negro que se marcaba en su vientre. Instintivamente aproximé mis manos para explorar entre su pelo en busca de algún indeseable parásito, y a los pocos segundos confirmé que aquel bultito negro no era más que uno de sus ocho pezones... Momentos después me encontré investigando en internet sobre este asunto. Un pregunta obvia me rondaba la mente, ¿Por qué la naturaleza tan sabia y previsora nos ha dotado a los machos de cualquier especie mamífera con glándulas mamarias? ¿Para qué? El asunto, por prosaico que parezca, no es baladí, y esconde las grandes lagunas del conocimiento humano en lo que respecta a su origen y evolución. 

 En la red se encuentran bastantes entradas sobre el tema, pero en definitiva ninguna hace más que detallar las diferentes fases de la embriogénesis, concretando en este proceso una muy concreta, denominada “fase de indeterminación del género sexual” comprendida durante las cinco primeras semanas de vida, en el caso de los humanos. En esta fase inicial de la multiplicación celular, los científicos han llegado incluso a determinar el orden natural de programación de las células; en ambos géneros, femenino y masculino, la formación del sistema hormonal en el que se incluyen las glándulas mamarias, es común, e incluso anterior a las evidencias morfológicas que distinguen nuestro sexo, aunque este ya haya sido predeterminado en una fase preliminar a través de la composición cromosomática producida a partir de la conformación del cigoto. Esta comprobación científica bien contrastada, no acaba de aclarar el fondo de la cuestión, simplemente detalla el proceso, pero no así su causa y motivo. Hemos de partir de la siguiente premisa: La naturaleza, y en concreto la evolución, nunca se mueve sin alguna motivación previa. La adaptación al entorno junto con el instinto de supervivencia es una constante defendida por Darwin en su famosa teoría. Sería por tanto plausible que esas glándulas tuvieran alguna vez una utilidad práctica y hoy en día no son más que remotos vestigios de escenarios biológicos anteriores. Esto plantearía que los machos de cualquier especie mamífera, al menos en algún momento de su evolución, también nutrieron a sus crías. 

 Mi teoría apunta aún más lejos, a un tiempo en que la especie se componía de un único genero. Esto por extraño que parezca se sigue produciendo en la naturaleza, en formas celulares primitivas, e incluso en alguna que otra especie poco evolucionada. Nuestra composición morfológica avala esta tesis. Los órganos sexuales, y en definitiva los sistemas reproductivos de los dos géneros existentes en la actualidad, son prácticamente simétricos y semejantes, y sin embargo han evolucionado en formas y funciones de una manera muy diferente. Ahora se sabe, por ejemplo, que el útero femenino y la próstata masculina son en esencia un mismo órgano. Algunas de las cuestiones que podríamos plantearnos serían: ¿Cuándo se produjo la diferenciación de los géneros? ¿Por qué sólo uno mantuvo la capacidad de gestación? ¿Existió realmente un único genero sexual? Desde un punto de vista sociológico, la cuestión de la homosexualidad podría entenderse mucho mejor dejando al margen las especulaciones socioculturales. Sí antes existió un solo género, es probable que el individuo que se siente atraído por su propio género constituya en sí mismo un olvidado atavismo biológico. 
 De hecho, el que la naturaleza permita el derroche biológico de humores en relaciones homosexuales no se explicaría, salvo que en un pasado hubiese tenido capacidad de fecundación. Los recuerdos celulares de estas personas mantienen una memoria más antigua que la de las personas que no sienten esta atracción. En definitiva se acercan más al individuo original y ancestral. No sé sí alguna vez averiguaremos sí en esta evolución progresiva y tendente a la separación de los géneros se anticipó la biología o la sociología, el caso es que una vez divididas las dos subespecies cada una adoptó un papel diferente y complementario a la otra, en pos a mantener la supervivencia de cada especie. El momento concreto de este hecho en la cadena evolutiva es también un misterio. 
 Desde un punto de vista religioso, es curioso constatar que casi todas las religiones adoran a seres que tenían la capacidad de reproducirse por medios no ortodoxos; concepciones misteriosas, autoconcepciones, en ello sin duda se encuentra el poso de nuestra primitiva memoria celular. No hay duda de que el individuo capaz de reproducirse sin factores externos seria una especie de Dios. 
 En un futuro se comenzaran a constatar estos hechos, y probablemente se avancen nuevas conclusiones de indudable importancia para conocer mejor el insondable misterio de la vida y de su origen biológico. Entretanto seguiremos especulando con un pasado mucho más peculiar de lo que pudiéramos haber imaginado.

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