martes, 3 de febrero de 2009

RAZONALISMO Y EXISTENCIA: Principio y enunciado de la Ecuación Universal
(Primera parte) Preámbulo enunciativo relativo a las interpretaciones filosóficas anteriores al Razonalismo:
Repasando la historia de la Filosofía, es sorprendente advertir el grado de sofisticación alcanzada por los filósofos griegos en todo lo concerniente a la existencia y a la conformación del Universo. El valor de sus clarividentes postulados es doblemente asombroso, si consideramos el exiguo estado de la técnica en aquellos tiempos. Sus aportaciones en el campo de la determinación de la materia que nos conforma constituyen la base del pensamiento occidental, y por tanto son una referencia ineludible para el pensamiento razonalista. Es por ello conveniente mencionar aunque sea brevemente, a algunos de los personajes más representativos de esta corriente de pensamiento, compuesta por los verdaderos pioneros del pensamiento en el ámbito de la Cosmología.
La primera fuente de conocimiento al respecto se remonta a la Filosofía Preática (600-450 AC) y a los antiguos físicos, también conocidos como filósofos de la naturaleza, que buscan el origen de la Materia, esperando encontrarla en elementos materiales. Anaximandro De Mileto, muestra en su búsqueda de la materia prima, una intuición, relativa a que las cosas de este mundo no pueden explicarse por la materia existente. Mencionó lo indefinido (apeirón) sometido a cuatro características: Cuantitativamente infinito, temporalmente indefinido, cualitativamente indeterminado y religiosamente divino. Creador de la idea del Cosmos, desarrolló su Teoría del Origen del Mundo a partir del movimiento que separó los dos contrarios del calor y el frío, dando lugar a lo sólido y a lo líquido, a partir de lo cual desarrolla su curiosa Teoría de los Cilindros. Anaxímenes de Mileto abundó en esta teoría dándole a la materia indefinida, el aire como elemento sustentador de la misma. Todo surge del aire por rarefacción y condensación. Heráclito de Efeso (el oscuro sokeitós) basó sus teoría en la transitoriedad y en la creación a partir del fuego, siendo además el primero en hablar de Año Cósmico. Su explicación del ser como un hacerse y deshacerse resucitó más tarde con Hegel. Los pitagóricos preocupados por la astronomía no aportan grandes novedades, excepto por su observación de la Ciencia como referencia incuestionable, hasta la aparición de los Eleatas, con su concepto del ser inmutable, convirtiéndose en la primera fortaleza de la metafísica.
Debieron transcurrir muchos siglos hasta que la Filosofía, en su constante evolución, volvió de nuevo su mirada a la conformación básica del Universo, apoyándose en los avances científicos y técnicos. En ese largo camino encontramos periodos del pensamiento enfocados más al comportamiento humano, dejando las cuestiones existenciales y cosmológicas al albur de la influencia y mediatización de las doctrinas religiosas, que como es evidente se encuentran aparentemente muy alejadas del camino de la Ciencia.
En la actualidad, el avance del conocimiento permite volver a retomar el asunto desde nuevas perspectivas que harían las delicias de los intuitivos filósofos Preáticos, siendo Einstein el máximo exponente contemporáneo del nuevo abordaje al conocimiento de la naturaleza que nos envuelve y conforma.
Los últimos estudios en Astronomía y Cosmología, comienzan a poner en entredicho la famosa teoría del Big Bang enunciada por el científico George Gamow. La teoría se desarrolló en base a los trabajos de Friedman y Lemaître, demostrando a partir de la Teoría General de la Relatividad, que el Universo se encuentra en movimiento constante. Las comprobaciones de Hubble fueron determinantes para constatar el movimiento de deriva de las nebulosas, y en definitiva de la expansión aparente de las mismas. Es curioso e importante constatar, que el propio Einstein corrigiese a posteriori los postulados originales derivados de su Relatividad General, introduciendo un elemento denominado Constante Cosmológica, que con carácter de fuerza gravitatoria repulsiva, contrarrestaba el movimiento expansivo, y todo ello con el único fin de aportar un elemento de estabilidad universal, contradictorio con su enunciado original.
Uno de los más famosos defensores de la Teoría del Big Bang ha sido el científico Steve Hawkins, que ha conseguido avanzar significativamente en el desarrollo de la misma. La teoría si bien original, adolecía de grandes fallos conceptuales convirtiéndola en un poco pueril, y en cualquier caso, ha supuesto una interesante perspectiva para alumbrar nuevos caminos de interpretación en la mecánica astronómica, y en la investigación de la física de partículas. El CERN es una buena prueba de ello, y su éxito nos devendrá nuevos descubrimientos interesantes, especialmente en el campo de la Física Cuántica y de la Medicina. No lo serán tanto para aquellos que fraguan sus esperanzas, en demostrar la famosa teoría del huevo explosivo.
En el rabioso presente, el debate se centra en la Teoría de las Branas desarrollada por varios profesores de la Universidad americana de Princeton, constituyendo otra interesante reflexión sobre nuestra telaraña, y que aporta como valor apreciable e innovador (salvo para las religiones orientales), la nueva noción de Universo cíclico, que se contrae y expande alternativamente, destruyéndose y reconstruyéndose sucesivamente.
Una vez repasado el panorama actual, pasamos a enunciar los postulados razonalistas al respecto:
Teoría del Universo Ebulliscente
En primer lugar señalar que a efectos humanos, nuestra capacidad limitada para comprender las dimensiones del Cosmos hacen que a todos los efectos, éste deba ser considerado como infinito e inabarcable, y carente de forma. Cualquier otra consideración al respecto, en nuestro estado actual de la Técnica, puede resultar tan atractiva como atrevida, y desde un punto de vista filosófico los límites del Universo no serían más que relativos, ya que todo lo que existiese a partir de los mismos también debería considerarse como parte del Universo. Estimar por tanto su movimiento relativo, tamaño, trayectoria, o aspecto es simplemente un ejercicio todavía inalcanzable para el conocimiento humano, e inútil desde una determinación filosófica. Es evidente por tanto, que todas las conclusiones al respecto, son casi con seguridad absolutamente irrelevantes, salvo para la obtención de unos parámetros vectoriales que preemitiesen hoy por hoy, establecer waypoints en hipotéticos viajes estelares en nuestro entorno limítrofe, en un radio de 100 millones de años luz.
El Razonalismo descarta por tanto cualquier especulación encaminada a determinar formas o dimensiones, que dejaremos para futuras generaciones, para centrarse en el, todavía enigmático, aspecto relativo a la conformación y composición de la materia que constituye lo que denominamos Universo.
Sobre su composición, sin duda se avanzará en un tiempo relativamente escaso.
La conclusión razonalista generada a partir de patrones cuánticos, con respecto hasta a lo ahora conocido, nos establecería una primera conclusión preliminar, que apunta a que todos los elementos que lo conforman se componen de una misma partícula básica.
Esta partícula a la que bautizaremos “Razón” como homenaje a nuestra doctrina, se halla en la composición básica de todo lo que nos rodea, y su esencia material se encuentra a un nivel infinitamente inferior a nuestra actual capacidad de descomposición atómica. La naturaleza de la misma es hoy por hoy un misterio, y sin embargo sí sabemos que se caracteriza por su versátil capacidad de asociación, tan versátil, como para conformar estructuras tan variadas como la propia Naturaleza. Esta partícula elemental posee dos características complejas, por un lado es indestructible, y por otro inerte. Especular con la cantidad existente de las mismas es también inútil, desde el momento en que queda un vacío de conocimientos entre el escalón formado desde el nivel de su verdadera dimensión y el del actual conocimiento de partículas subatómicas.
El Universo se encuentra por tanto compuesto en esencia, por un magma cósmico constituido por infinitud de elementos denominados “Razones”, de semejante composición.
Como hemos apuntado antes, la capacidad de asociación de los “razones” se muestra evidente en la naturaleza, evitando el estado de homogeneidad estática que supondría la falta de interacción entre los mismos. Teniendo en cuenta el postulado del carácter inerte de los “razones”, es presumible que la citada interacción entre los mismos únicamente se pueda producir a partir de una fuera externa. Esta fuerza compleja, denominada Factor Perpetuo, es el otro elemento fundamental para explicar las diferentes asociaciones, ya que conforma cualquier estado tanto de la materia, como de la denominada erróneamente anti-materia, y como desarrollaremos más adelante, se compone de dos elementos diferenciados.
La influencia del Factor Perpetuo es por tanto consustancial al propio Universo.
El mismo, es el responsable de una aparentemente ilimitada transformación de la materia básica, hasta adoptar todas las formas combinatorias posibles en la naturaleza perceptiva, a través de unas “dosis” determinadas de radiación, que posibilitan la alteración simultánea y sucesiva de, temperaturas, presiones, y de campos electromagnéticos y gravitacionales.
Esta tesis concluye, que es efectivamente cierta la “inestabilidad” constante de todos los “razones”, avalando por consiguiente la valiosa teoría de la indeterminación de Heisenberg, que en román paladino, establece la imposibilidad de concretar la posición instantánea de una partícula al estar ésta en constante movimiento. La conclusión lógica es que todas las partículas se encuentran en movimiento, y por tanto no existe una millonésima de milímetro del caldo cósmico “razonal”, que no se encuentre en movimiento constante. La determinación de posiciones o movimientos en este contexto siempre será relativa, y por tanto irrealizable para nuestra capacidad de calculo matemático.
Enunciado de la Ecuación Universal:
La perspectiva de construir una ecuación universal surge a raíz de la visualización de lo tratado en el apartado anterior. Una masa de partículas en ebullición constante y diferente en las diferentes extensiones de su extensión.
La determinación matemática de los postulados anteriores se traduciría bajo esta ecuación básica:
Universo = ∑ Partículas Básicas + ∆ Factor Perpetuo
Siendo ∆ Factor Perpetuo = Constante Universal KU x Radiación Permanente RP, la misma se puede descomponer en:
Universo = ∑ Razones + [Constante Universal x (Radiación Permanente)]
Las partículas básicas, “razones”, se ven sometidas por tanto a las intrincadas, y todavía desconocidas en algunos casos, Leyes físicas que conforman a nuestros ojos su apariencia sensorial, limitándose en definitiva a adoptar diferentes formas de materia o antimateria, según la incidencia de la Radiación Permanente recibida en un dosis condicionada para cada una de ellas por la Constante Universal
La Radiación Permanente es mensurable parcialmente por el momento, y por tanto aún estamos comenzando, en proceso inverso y a partir de la simple observación experimental, a comprender la amplitud de su espectro y la acción básica sobre las diferentes asociaciones de partículas subatómicas creadas a partir de la de interacción de la misma con las partículas básicas o “razones”. Su mecánica es cuánticamente impredecible.
La ecuación contiene un último factor, denominado Constante Universal, cuyo valor cuántico es constante y aleatorio simultáneamente, ya que conforma la misma deshaciendo, la homogeneidad del "Gel de razones". Sobre este factor matemático poco sabemos, salvo que se aplica a una radiación eterna y permanente, que mantiene a las partículas básicas en perpetua ebullición. El análisis de su potencial mecánica, adaptada a la mente humana, debería tener en cuenta, que desde un punto de vista matemático mantiene las siguientes características: Su acción es permanente y simultánea, y su valor nunca puede repetirse, siendo siempre único.
Al ser un factor aleatorio, la medición del mismo requiere un calculo tan amplio, como el del numero infinito de partículas Básicas del Universo, en combinaciones ilimitadas.
Es evidente, que las exégesis acerca de la naturaleza del Factor Universal se presta a multitud de interpretaciones, algunas por supuesto de índole místico o religioso.
Este factor en definitiva condiciona nuestra propia existencia y el de todo nuestro entorno vital. En cualquier caso, el Razonalismo únicamente determina los mecanismos de la esencia existencial, y por tanto cualquier otra explicación ajena a la física de partículas escapa de su ámbito filosófico, y se enclavaría en desarrollos sociológicos, místicos y religiosos ajenos a este capítulo, sin que todo ello sea óbice para permitir una libre y legitima interpretación individual.
(Sigue...)

martes, 27 de enero de 2009

España como encrucijada Razonalista
“En presentes indeterminados, el futuro siempre escapa cada vez que nos enfrentamos por un pasado determinado” AP
No es infrecuente en estos tiempos, escuchar algunas voces interesadas desde ámbitos políticos de nuestro propio país, predicando algo tan asombroso como la tesis de la inexistencia de España. Es probable, que para cualquier lector medianamente instruido, esta aseveración pueda resultar poco menos que hilarante, considerando que durante un largo periodo de la Historia fuimos la nación más rica y poderosa del planeta, conformando un Imperio, que historiadores tan brillantes y poco sospechosos como Toynbee, definen como un fenómeno sin parangón en la Historia Moderna de las civilizaciones. Sin siquiera considerar extremos culturales, religiosos, o lingüísticos, esta posición históricamente incuestionable, facilitó la lógica aparición de todo tipo de adversarios y oponentes, que como en todos los procesos imperiales de la Humanidad, forjaron (y forjarán) una corriente anti-imperial que en nuestro caso, y entre otros muchos efectos, germinó por ejemplo en la famosa Leyenda Negra. Un atento estudio de la Historia, descubre que las secuelas sociológicas de esta beligerancia nunca son estériles, permaneciendo activas durante largos periodos de tiempo en el imprinting colectivo de dominados y dominadores, y también somatizadas por estos últimos al experimentar los crueles momentos del ensañamiento inherente al desmoronamiento de cualquier sistema de vida, impuesto desde una posición de predominio. El sentimiento de culpa español sobre nuestro pasado, que parte sin duda de esta característica, se ha mantenido (y se mantiene) vivo a lo largo del tiempo, en forma inversa pero proporcional a la significación de nuestro propio papel en la Historia, sumado al juicio valorativo del pasado, reavivado últimamente por una nueva y pueril tendencia revisionista del análisis de hechos y acontecimientos, fuera de su contexto histórico. En este y cualquier otro ejemplo de valoración historicista, es sencillamente absurdo y estéril valorar los hechos del pasado bajo una perspectiva actual, salvo como frívolo y poco novedoso ejercicio demostrativo de las doctrinas de Hobbes. En cualquier caso, el punto de vista razonalista no se detiene como digo, en el enjuiciamiento valorativo de la Historia; es obvio que este apartado se encuentra cubierto perfectamente desde otro ámbitos académicos consagrados a ello. Desde la perspectiva razonalista, agazapada en la atalaya del siglo XXI, el juicio convencional de la historia no tiene más importancia, que el dimanado del aprendizaje sociológico de los pueblos, que se pueda extraer para no reincidir en errores del pasado, y para alentar los puntos positivos de éste, que propicien la construcción de un futuro mejor. En este punto, la experiencia española, con todos sus errores y aciertos, resulta insuperable dada la riqueza y complejidad de un pasado patrimonial que convierte a nuestros conciudadanos en portadores de excepción, del vasto conocimiento extrapolable de un sinfín de lances y avatares, experimentados en nuestra convulsa interacción con la Historia de la civilización. Es también evidente que esta conciencia sólo podrá adquirirse de forma practica, mediante el cuidado de la enseñanza, y de la expansión y mejora del conocimiento en nuestro país, algo por otro lado desperdiciado hasta ahora en todo su potencial, por los mediocres políticos que han regido y rigen nuestra corta andadura democrática. Pero aún a pesar de ello, la herencia patrimonial es tan sólida que se seguirá manteniendo incólume a lo largo de los siglos, a pesar de la circunstancial y efímera actuación de estos próceres. Nuestro pasado reciente es la mejor prueba de ello. En estos tiempos de desaliento y desanimo, se ha instalada una idea apocalíptica siempre consustancial (y también errónea) a los periodos de crisis, consistente en denostar sistemáticamente la verdadera importancia filosófica que representa España, acrecentada por ciertas espurias opiniones políticas, que desconocen un extremo tan evidente, como el que cualquier ser sometido a la observación del universo, es a la vez tanto lo que él percibe de sí mismo, como lo que es percibido por los demás. Este compendio, en el que no voy a parar a medir porcentajes, es fundamental para comprender nuestra verdadera esencia existencial. En una aplicación práctica y evidente de este argumento, resultaría muy sencillo constatar el valor abstracto de nuestra existencia, a partir de la noción que nuestros vecinos mundiales tienen de nosotros. De entre todos, el conjunto de naciones hispanoamericanas es obviamente, la mejor referencia para demostrar esta tesis. Desde luego ellos saben perfectamente quienes somos, y el término Madre Patria es lo suficientemente explicativo como para no abundar en el asunto. Sea cual fuere su opinión afectiva o ideológica, sobre lo que no existe duda, es sobre la existencia de la misma, bendecida con sus heterogéneas valoraciones. Sería por tanto muy cruel despojar a más de seiscientos millones de personas de esta referencia vital. El espectro se podría ampliar a ámbitos geográficos que nos llevarían a los polos mas lejanos del planeta, acordes a las dimensiones de un Imperio, en el que como bien es sabido, nunca se ponía el sol. Esta realidad, mal que le pese a algunos, es tan sólida por sí misma que cualquier intento por alterarla se demuestra completamente inútil. Muchos argüirán que España existió desde hace seiscientos años, otros se remontarán a Hispania como provincia romana, otros al momento en que España tiene Ministro de Igualdad y Defensor del Pueblo. En realidad, esto es lo de menos. El razonalismo acepta ambas tesis, la de nuestra existencia desde el principio de los tiempos, y la de aquella restringida al inmenso mínimo que supondría su existencia como mera representación. Nuestra existencia es por tanto indiscutible. La interpretación razonalista de esta existencia se rescata de ambas partes, realidad y representación. Ninguna de las dos debe condicionar el futuro proyecto de pensamiento nacional. Es más, ambos planteamientos deben ser aprovechados para reformular nuestro futuro como Nación de referencia en el panorama del pensamiento global. Un pueblo heterogéneo, como consecuencia de nuestra magnífica posición geoestratégica, generada en el pasado a partir de nuestra propia acción expansiva, y que aglutina una experiencia formidable. Nadie con un mínimo de conocimientos podría negar que España está conformada por un millón de sangres, y esto por encima de cualquier otra consideración, es una auténtica bendición para la doctrina razonalista. Es precisamente esta variedad la que ha permitido, que al margen de los pésimos dirigentes que casi siempre hemos padecido, las individualidades hayan conseguido eclipsar la falta de buen gobierno. Actualmente muchas voces claman el desastroso rectorado de nuestro destino común. Menuda novedad. Esto se ha repetido sistemáticamente, y a pesar de ello aquí seguimos, y me atrevo a asegurar que seguiremos hacia delante, a pesar de esta consustancial característica que nos persigue incesante. La razonalización de España se debe formular únicamente a partir de la conjunción ideológica de lo que nos gustaría ser, y de lo que sería más conveniente para nuestro futuro. En definitiva una aplicación práctica de las leyes universales de la mecánica, extrapoladas a nuestra frondosa y a veces dura existencia vital, llegada incluso al extremo de nuestra propia fagocitación. España existirá siempre, pese a quien pese, simplemente porque el bagaje de su aportación filosófica al destino del mundo puede constituir una ayuda indispensable para su propio destino. A pesar de vivir en tiempos de indeterminación permanente, que nadie porfíe sobre la proverbial y famosa determinación española. El que lo haga errará una vez más en su pronostico. El respeto a la Historia de Todos los Españoles avala esta encrucijada razonal.